(6 sesiones)
Hoy Jesús golpea tu corazón y te dice: ¡ábreme! Quiero estar contigo, deseo llenarte de mi amor y misericordia. Anhelo consolarte, darte fuerzas; quiero regalarte toda mi luz y mi paz. Sé de tus necesidades y soledades; conozco tus luchas, también tus heridas y tu pecado. Hoy quiero ofrecerte mi perdón y sanar tu enfermedad. ¡Déjame hacerlo! ¡Experimenta mi Vida y mi Espíritu! ¡Déjate traspasar por mí!
Esta es la invitación que queremos acoger: Abrir las puertas de nuestro corazón al Señor de la Vida. Esto no es fácil porque las malas experiencias de nuestra historia dificultan este encuentro. El dolor, de un modo inevitable, nos golpea y deja nuestro corazón herido. Nos altera y desconcierta. Buscamos respuestas, explicaciones, pretendemos cambiar esa realidad. A veces nos resulta tan insoportable que luchamos y nos desgastamos por arrancarla de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, comenzamos a girar en torno a eso que nos hiere, hundiéndonos en nosotros mismos. Y nuestro corazón, que tiene un anhelo profundo de paz y felicidad, se llena de temor. Se instala en nosotros la sensación de soledad y desamparo.