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Pentecostés

Fecha: 06/06/2019

Centro La Providencia

Retiro 6 de Junio 2019

RP. Juan Pablo Rovegno

(Jn 17;20-26)

“ Padre, que los que me confiaste, estén conmigo donde yo estoy, y contemplen Mi Gloria”

Leccio Divina : (Hechos 22; 30 y 23; 6-11)

(Salmo 15; 1-2) y (5-11)” Enséñanos Señor el camino de la vida”

 

Después de la Ascención del Señor al Cielo, los apóstoles permanecieron unidos junto a María, la madre del Señor, en el “Cenáculo”, esperando la promesa de su Maestro: “El Espíritu de la verdad”, que les dirá qué decir, cómo decirlo y en el momento propicio, para que puedan ir y evangelizar al mundo entero, predicando lo que Jesús les enseñó sobre su Padre, Su Reino.

El Espíritu Santo llegó allí, a esa primera comunidad, tal como el Señor lo había prometido posándose sobre cada Apóstol, en forma individual, quedándose desde ese día en cada uno que le abre la puerta al Señor quién respetuosamente golpea suavemente desde siempre, esperando su apertura.

En la lectura de los hechos capítulo 22, podemos conocer la defensa que hizo Pablo frente  al Sanedrín o Consejo de los Judíos que lo estaban enjuiciando por predicar a Cristo Resucitado. El consejo estaba representado por Saduceos que no creían en la vida eterna, ni en los ángeles y por fariseos que ellos creían en la inmortalidad.

Pablo les explicó, a pedido de Jesucristo cómo fue su conversión (leer Hechos 22; 1-30 y 23; 1-11) ya que es muy importante este relato para entender cómo es que el mismo Jesús anima para predicar exponiéndose al peligro, con Fe, convicción y Esperanza y confiando en el Espíritu Santo.

Pablo cuyo nombre era Saulo, era un perseguidor encarnizado de los judíos cristianos. Pero él lo hacía convencido de que ellos estaban equivocados, y actuaba como fariseo, por su Dios Yahvé, y era celoso de su Dios único, considerando herejes y paganos a los que convertían al cristianismo.

El Señor, conocía el corazón  y fidelidad de Pablo. Sabía que todo lo hacía por amor a Él, pero que realmente no había conocido aún, a ese Dios que él predicaba y defendía con ahínco.

Y ese celo y amor que le tenía Saulo, hizo que Jesús se le apareciera y le preguntara: “Saulo, Saulo! ¿por qué me persigues?” Pues, el que persigue a un cristiano es al mismo Dios que persigue.

Saulo se dio cuenta de su error y con la misma valentía y fuerza que perseguí a los cristianos, desde ese día, predicó a Cristo Jesús , el Resucitado, el Hijo de Dios Padre, dando, más tarde su vida por su Dios Uno y Trino.

El Espíritu Santo que animó a Pablo después de su bautismo por mandato del mismo Jesús, nos sigue animando a cada uno de nosotros que somos discípulos del Señor.

¿Quién no ha experimentado en su vida la vivencia de Dios, que nos anima, para que no desfallezcamos, para que salgamos de nuestro sillón cómodo, para ir en ayuda de otra persona que siento que me necesita o requiere la compañía de alguien, o un consejo, o de ser simplemente escuchado?

¡Sí! El ánimo del Señor, nos llega en todo momento aunque no nos demos cuenta, porque Él está en nosotros, en cada uno, esperando que acudamos a Él, que le abramos el corazón, el oído interno, para escuchar su Voz, en cada circunstancia que nos toque vivir, pues, somos libres de actuar, pero Él nos anima a entrar por la puerta angosta, aquella que me vincula a Él y al prójimo, y que por lo general rehuimos con disculpas, por temor a comprometer nuestra tranquilidad y nuestra paz y comodidad.

Por lo tanto, tenemos que estar siempre alertas al llamado de Jesucristo que nos invita a que seamos sus manos, sus pies, sus ojos, sus oídos, su corazón, y nos da ánimo que necesitamos para salir de nuestra oscuridad, o nuestros problemas para fijarnos en la Misión que me va a dar, de  acuerdo a lo que me va sucediendo en el camino de la vida.

¿Cuántas veces hemos querido ir en ayuda de alguien, o visitar a un enfermo, o darle la mano a una persona que nos ha dado la espalda o pedirle perdón a alguien que dañé… pero, hay algo dentro de nosotros que nos frena y es la debilidad humana, y para eso vino Jesús a darnos ánimo, para hacer Su voluntad Amorosa y Misericordiosa y trabajar “hoy” conmigo. Escuchemos su llamado en cada instante de nuestra vida! Sólo así lograremos la verdadera felicidad de un cristiano!!

Desde Pentecostés el Espíritu Santo de Jesús, el prometido por Él a cada uno, nos invita a estar en “Oración permanente con Él” es decir “conectados con Él” aunque estamos “ocupados” en “nuestras propias cosas”. Él quiere que nos ocupemos con Él y le ofrezcamos cada segundo de vida. Sin por eso desvincularme de lo propio, del trabajo, del descanso, del entretenimiento, pero junto a Él y siendo personas agradecidas por todo pues lo bueno y malo que nos sucede es parte de esta vida y es necesario.

Jesús mandó al Espíritu Santo a Pablo para que a través de ese diálogo íntimo con él, conociera quien es el Padre Dios a quien defendía. Así mismo, lo hace con cada uno de nosotros que por la prédica de los apóstoles hemos conocido a Jesucristo, y por Él al Padre. (Quién me conoce a Mí, conoce al Padre).

Jesús, conociendo nuestra debilidad en su oración sacerdotal, antes de ir al Padre oró por sus discípulos y apóstoles, para animarlos y no desfallecer en la Misión Evangelizadora que les estaba encomendando. Y con alegría y agradecimiento sabemos que también rogó al Padre por cada uno de nosotros, (por mí) para que a través de la prédica de ellos y los escritos, nosotros también recibiéramos la fuerza del amor de Dios Padre y así agradecidos y valientes, poder salir del yo, y proclamar a todos el Evangelio de Jesucristo :

  • ¡Que te conozcan a ti Padre! –
  • Y ¡que todos seamos UNO, como TU y YO somos UNO!

Podríamos decir que Jesús pidió a Su Padre, tres anhelos que nos llegarían a través del Espíritu Santo :  AMOR – UNIDAD – COMUNION   y hay que pedírselos para que se cumpla SU VOLUNTAD.

  1. AMOR

El amor es el único motor que nos permite seguir existiendo, en medio de los errores, aciertos, penas, alegrías, confusiones, desencantos, en medio de guerras o en tiempos de paz, que se suceden unos tras otros en la historia propia y de la humanidad. Todo tiene que ver con el AMOR bien dado y bien recibido, como también con la falta de AMOR o la incapacidad de poder darlo, o querer recibirlo.

A través de la historia de la humanidad, hemos conocido la existencia de varios personajes que no han tenido una existencia tranquila desde la infancia y no han tenido la oportunidad de ser amados y acogidos. Y esa falta de amor, produce frustración; muchos pierden el amor a sí mismos y quieren resaltar de una u otra forma, incluso si llegan al poder pueden cometer errores que actualmente llamamos de “Lesa humanidad”.

La falta de amor, realmente produce problemas futuros, por eso es importante la Familia Unida, Dios es Amor, y si la familia es cristiana de verdad amará con el amor del Señor y educará por amor y para el amor.

El que no se siente amado, tampoco se ama a sí mismo como corresponde, y por lo tanto, si no recibo amor de alguien que está a mi lado y convivo con esa persona, la cual veo, es imposible que Ame a Dios, que no veo y no conozco: ni lo podría comprender porque no reconozco el Amor, y Dios es Amor.

¿Por qué hay tanta falta de Amor en este mundo?

Por la escritura sabemos que Dios nos creó y creó al mundo por AMOR. Y Él mismo es amor que nos entrega al crearnos, incluso Él no es solitario, Dios es Tres Personas unidas en una sola Naturaleza : PADRE – HIJO – ESPIRITU SANTO, por eso, en Sí mismo es Amor, de entrega, que da vida, que crea, que se involucra, que sabe de sí mismo (Hijo, Jesús) para entregarse por cada uno de nosotros.

Así es de importante el Amor, porque es LA ESENCIA DE DIOS, ese Dios que es aún desconocido por tantas personas. Ese Dios Único que nos vino a dar a conocer Jesucristo, su Único Hijo. Ese Dios que es PADRE MISERICORDIOSO.

Jesús le preguntó a Pedro tres veces:

¿ME AMAS ?

Y así, nos pregunta a cada uno, para que salgamos del encierro que nosotros mismos nos fabricamos y nos hace egocentristas, centrados en cosas externas, para llenar el vacío del corazón o esas ansias de poder, de tener, de “ser” con minúscula, y eso, es porque fallamos, (Pedro le falló a Jesús), pensamos que somos poca cosa y queremos hacer que nos quieran y querer por caminos equivocados.

Como seres humanos, debemos reconocer nuestras fallas, y así reconocer las fallas de otras personas y poder comprenderme y comprender, de perdonar a los que me fallaron, porque yo también caigo al igual que ellos.

Eso le pasó a Pedro: “Tú lo sabes todo Señor, ¡Tú sabes que te quiero!

Cada uno de nosotros, que conocemos la maravilla de ser amados por Dios, debemos transmitir esta Buena Noticia, pero no sólo de boca, sino con hechos concretos.

Nuestro deber de cristianos es Amar como Jesús nos ama, es decir: Amor de Entrega, de darse. Esa es la Misión que Dios nos encomienda desde siempre, y Jesucristo a  confirmarla de palabra y Vida ejemplar.

El Reino del Amor que nos vino a entregar Jesús, empieza acá, en la tierra, que es distinto al Reino Material, porque para nuestro Rey, no vale el prestigio, ni la fama, ni el poder, sino la CARIDAD de unos hacia otros, la comprensión mutua y el Perdón de corazón. Aunque no nos agraden algunas personas por “ene” motivos, debemos ser misericordiosos y amarnos, porque somos todos “hermanos” a través de Jesucristo, que nos hizo en Él hijos de un mismo Padre amoroso.

 

  1. UNIDAD

¡Que sean UNO, Padre! Como TÚ y YO, somos UNO!

Cristo busca y ruega al Padre por una profunda unión de corazón en el Espíritu, que es consecuencia del Amor Verdadero.

Y la Unión, es fruto del AMOR.  La vida no se puede soportar en ruptura, en desamor. Sin embargo, los seres humanos somos como magos para buscar y producir conflictos y desencuentros, que lo único que logran es separarnos unos de otros.

El egocentrismo, provoca separación, pues, todo gira alrededor de uno mismo, siendo el dios “yo” el centro. Así el resto de las personas y sus conflictos y penas desaparecen para ese “yo” y sólo existen “mi” proyecto, mis ambiciones, mis problemas, mis razones y mi yo no puede perder jamás.

Esto produce conflicto en la convivencia, pues el egocentrista no acepta ni escucha lo que dicen los demás, y los demás se alejan de esta persona por conflictiva.

En Pentecostés, cuando vino el Espíritu Santo sobre los Apóstoles, quedan claras dos cosas:

  1. Que el Espíritu les sopló la Vida Nueva que Jesús les prometió: “renacer del Espíritu”; ellos se convirtieron al igual que Pablo cuando la Luz de Jesús lo botó del caballo. Porque captaron en el corazón y en la mente, las palabras y promesas de vida de su Maestro, y la fuerza y valentía para salir fuera del “yo asustado” e ir a predicar al mundo el Reino de Dios, y quién es Dios en verdad.
  2. Les dio a cada uno el Poder de Unir, porque para Dios, la Unión en el Amor a su hijo es lo principal.

El Espíritu Santo es el Espíritu de Unión en el Amor Verdadero porque transmite el Amor de Dios a cada uno que lo recibe, ese Amor Paternal, que llega a cada uno tan milagrosamente que nos hace AMAR al otro como HERMANO, pues comprenderemos que somos todos iguales, Hijos de un mismo Padre, por medio de Jesucristo. Eso, nos hace unirnos, conocemos al otro y lo amaremos con el Amor que Dios le quiere transmitir por medio nuestro.

Pero, para esto tenemos que estar abiertos a recibirlo, junto a María, al igual que los Apóstoles, roguemos que venga a nosotros, al mundo entero, aunque demore, aunque no veamos el efecto en otras personas, Él está actuando, está uniendo, está rompiendo nudos y limando asperezas.

¡si!, porque Pentecostés, es lo contrario a lo que sucedió en el relato del Génesis, sobre la construcción de la Torre de babel, donde los hombres se afanaron en construir una torre tan alta que llegara hasta el cielo para que todos los pueblos vecinos quedaran admirados de ellos y los veneraran y respetaran, querían ser superiores a los demás.

Al leer esta narración, se comprenderá mejor la comparación entre Pentecostés y Babel (Génesis 11, 1-9)

Esta alegría, representa al ser humano que aunque esté bien siempre quiere más, y quiere destacarse y sobresalir al resto.

El Génesis dice: “Bajó entonces Yahvé a ver esa ciudad y esa torre que estaban edificando y pensó: “Todos son Un solo Pueblo, con Un solo Lenguaje, y este es sólo el comienzo de su obra. Ahora nada de lo que se proponen les será imposible”. “Bajemos pues y una vez allí, confundamos su lenguaje, de modo que no se entiendan entre sí”. Como diciendo, parémoslos a tiempo para que no se destruyan unos a otros.

Es el Dios Único, Uno y Trino que habla en el Génesis, que no desea la desunión, sino, la Unión, a imagen de su Ser Trinitario. Y si hay algún síntoma de vanidad, perderán la Unión con los demás.

Actualmente, estamos viviendo en un mundo al estilo Babel, donde la Palabra de Dios se hace presente para decirnos que el egoísmo, la vanidad y la competencia insana es totalmente contrario a la Voluntad Suya, porque desune, trae envidias, rencillas, rencores y odios. Jamás seremos felices de verdad, apegándonos a los bienes terrenales, a los éxitos pasajeros y a las vanalidades, pues nos llevan a la desunión entre los hijos de Dios por el poder.

Siempre ha existido Babel en este mundo, peo junto con Babel, está presente el Espíritu Santo que viene a nosotros por medio de Jesús Crucificado y Resucitado, para enseñarnos la Voluntad de su Padre, que es perdonar, pedir perdón con humildad y reconocimiento de nuestras faltas, y ahí salir del egocentrismo, del orgullo y la prepotencia que es totalmente contrario al Amor, a la comprensión y a la Unión.

Babel es desunión, oscuridad, cizaña, vacío.

Pentecostés es Unión, Luz, trigo, plenitud.

  1. Comunidad.-

“Cuando dos o más personas se unen en MI NOMBRE, Yo, estaré en medio de ellos” dijo el Señor.

Para que se forme una comunidad y permanezca en el tiempo, tiene que existir un AMOR DE VINCULACION, es decir la UNION CON AMOR VERDADERO.

La familia, es la comunidad más importante y Jesús nació en una familia, en una unidad de personas, unidas por el Verdadero Amor.

Por eso, es tan importante la formación de los esposos, para transmitir valores verdaderos a los hijos, y que sean consecuentes con esos valores. Donde la humildad y el reconocimiento de la debilidad propia es lo primordial. La Familia es Voluntad de Dios y por eso Jesús nació en una familia y la bendijo con su presencia. Y en las bodas de Caná bendijo a los esposos sin que ellos se dieran cuenta, al transformar el agua en vino y seguir celebrando la Unión. Y ese Jueves Santo, se quedó junto a cada uno de nosotros en la Eucaristía para mantener a todos los hijos de su Padre unidos en la “Comunión”. Es decir, una comunidad creyente que se une en torno a Jesús Sacramentado, para recibirlo en unidad y formar un solo cuerpo en el Cuerpo del Hijo de Dios.

El Espíritu Santo es el que nos congrega en comunidades, para tener a Dios como centro de nuestra vida. Todo debe girar en torno a Él porque de Él dependemos.

El egocentrismo nos destruye como comunidad, porque para formar comunidad debo primeramente tratar de ir desprendiéndome de mi yo, para que Él sea el Centro de mi vida. Y cuando todo se centra en Él, el Espíritu Santo nos une como hermanos y podemos vivir en comunidad, en paz como hijos de un mismo Padre. Esa es Su Voluntad para nosotros; vernos unidos, en paz con uno mismo, con Él y con los hermanos.

Las primeras comunidades cristianas tenían vivo en su corazón el Amor de Dios por cada uno de ellos y sólo querían entregar ese amor de la manera más concreta que podían y por eso se ayudaban unos a otros y eran ejemplo de ¡cómo se amaban!

Ese amor  es posible también hoy, porque Dios está presente en medio nuestro y quiere amar por medio nuestro, con nuestra entrega, y no es difícil imitar a las primeras comunidades, sólo basta unirse al Señor, alabarlo, bendecirlo, darle gracias en todo momento y ofrecerse a Él, para ser instrumento de su Amor y su Paz y su Perdón.

¿Cómo? En la vida diaria, en medio de la rutina de lo cotidiano, simplemente hacer todo lo que me toque hacer, con gratitud, entrega y mucha bondad hacia los que están junto a nosotros, y en general al prójimo que el Señor pone en el camino.

La comunidad cristiana, tiene como fin, a través de su comportamiento, ser ejemplo y su palabra, dar a conocer a Jesús y a través de la Palabra y del Espíritu Santo conocer la Voluntad y el Amor del Padre, que es Misericordioso con todos nosotros.

Todos somos necesarios para transmitir el Reino de Dios. Nadie puede decir que no sirve, que está demás. Todos aportamos una pincelada de color único e irrepetible a la evangelización, a la unión, y a la paz que nos ofrece el Señor desde acá, donde formamos el Reino de Dios, el de los  hermanos de Jesucristo.

En el Sermón de la Montaña (Mt 5, 6-7) se encuentra la verdadera forma de imitar a Jesús y poder vivir según la voluntad de nuestro Padre, es la respuesta de Jesús a como darle el verdadero sentido a la Ley de Moisés.

“No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas ¡no! Sino he venido a darles el cumplimiento.”

De ahí que las primeras comunidades cristianas eran felices a pesar de la persecución que atentaba contra ellos. Y eran capaces de morir y no fallar al amor de Jesús resucitado que había dado su vida por amor a cada uno de ellos.

En estos capítulos podemos conocer el discurso de Jesús llamado “Bienaventuranzas”, que son el camino en comunidad a la Santidad donde unos a otros se ayudan para poder lograr esa “felicidad” que no da el mundo.

Las comunidades, deben ser Sal de la Tierra y Luz del mundo, porque cada miembro debe poner de su parte y el que da recibe el 100% en alegría.

También Jesús, en estos capítulos nos enseña a orar en secreto y dar limosna en secreto, a no amontonar tesoros en la tierra, sino más bien para el cielo, a construir sobre roca firme nuestra Fe, y nos enseña la oración comunitaria y particular para orarle a su Padre: El Padre Nuestro, donde nos dice que perdonemos de corazón, tal como Él nos perdona y mucho más aún contiene esta oración, que uno no se cansa de meditar.

En comunidad, donde Jesucristo es el centro, y nos une el Espíritu Santo, no debe faltar el Perdón, allí debe aprender cada uno a perdonar, a pedir perdón, a ser humilde poco a poco, con amor fraterno. Las palabras de Jesús son directas y francas, no se apaga el fuego con alcohol, ni se sana una herida con limón, porque sólo se logra más fuego o más dolor. Jesús nos dice: Amar al enemigo, si alguno te abofetea, ponle tú la otra mejilla. Es decir, el odio y rencor se apagan con Amor y comprensión, con humildad, con respeto mutuo, eso sí, porque el cristiano debe ser manso y humilde, pero no “menso” como para dejarse pasar a llevar. Para esto, que nos parece tan difícil, sólo el Espíritu que Jesús nos dejó, es el que viene en ayuda inmediata, del que quiere ser verdaderamente cristiano, y desea dar amor aunque sea mal recibido.

“No te preocupes de que tendrás que decir, pues Yo, pondré Mis Palabras en tu boca” (Jeremías)

 

 

Preguntas para reflexionar:

  1. Qué es el Espíritu Santo para Mí?
  2. Hemos sentido deseos de hablar sobre los valores que Jesús nos vino a entregar, en un ambiente que es totalmente contrario a Su Palabra? ¿Qué nos detiene?
  3. Jesús me pregunta como a Pedro: ¿Me amas?
  4. Cómo es mi actuar frente a alguien que me produce conflicto? ¿Cómo es mi juicio hacia los demás? ¿busco la paz o el conflicto?
  5. ¿Cómo anda mi perdón y mi amor al que me cae mal?
  6. En la oración, somos más bien pedigüeños que agradecidos?