Fecha: 02/08/2018
Retiro 2 de Agosto 2018 – Centro la Providencia
Santuario de Schoenstatt Bellavista – Padre Juan Pablo Rovegno
Primera Parte
“Ven Jesús, y purifica nuestra Fe” (Mateo 13; 47-53)
Jesús les propuso otro ejemplo:
“El Reino de los Cielos es semejante a una red que se echa al mar y recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla. Ahí se sientan, escogen los peces buenos y los echan en canastos, y tiran los que no se pueden comer.
Así pasará al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos, y los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación”
Preguntó Jesús: “¿Entendieron bien todas estas cosas? Ellos le respondieron “Sí”. Entonces, Jesús, añadió: “Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos, se parece a un padre de familia, que, de sus reservas, va sacando cosas nuevas y cosas antiguas”.
En este Evangelio, nos enseña, Jesús, a través de ejemplos, como “es” el Reino de los Cielos, aunque estos versículos nos parecen un poco terroríficos; no lo son. Los oyentes, que estaban escuchando a Jesús en la orilla mientras éste, les explicaba desde la barca, tenían una idea de Dios como alguien que apoyaba al pueblo, pero también, lo castigaba si no cumplían con la Ley y sus tantos preceptos.
Por eso, cuando Jesús les preguntó si habían entendido, le contestaron, que Sí.
Ellos captaban la justicia de Dios como una “Meritocracia”. Es decir, el que lo hace bien y cumple es premiado, el que no, castigado.
Pero, en la segunda parte de este Evangelio, Jesús les explica algo nuevo para ellos. El juicio de Dios, es un juicio de Misericordia, y lo explica de una manera muy trivial, del diario vivir, diciendo, que todo maestro de la Ley (antigua) que se hace discípulo del “Reino de Dios”; (Buena nueva) es semejante a un padre de familia, que en su forma de enseñar a sus hijos, va sacando cosas antiguas y las integra a las nuevas.
Jesús, los invita con este ejemplo, a mirar la vida con otros ojos, y así, mirarme, y mirar a los demás, con los ojos de Jesús.
En la Transfiguración, hubo una Teofanía (Mateo 17; 1-9) y se escucha la voz de Dios que dice: “Este es mi Hijo Amado, a EL escuchadle”.
Por lo tanto, solo a Él debemos mirar, escuchar y seguir. Porque, vino a dar explicación directa de Su Padre, para mostrarnos un camino renovado. El no vino a abolir lo antiguo y dar una nueva y distinta Ley, sino, que vino a enseñar, como cumplir con la Ley, explicando el verdadero sentido de ella, que se había convertido, con el tiempo, en pesadas cargas inútiles, que eran, prácticamente, imposibles de cumplir. Jesús vino a mostrarnos el Amor y la Misericordia del Padre. Y por eso, fue rechazado por las castas religiosas privilegiadas de su época.
En ese tiempo, toda debilidad era rechazada, de tal manera, que por la Ley mal entendida, condenaban por considerar “impuros”, a los ciegos, a los mendigos, a los pecadores, a los paralíticos, no los consideraban dignos (Mateo 5; 17-20).
Jesús, vino para las “ovejas descarriadas” del pueblo de Israel. Es decir, no vino para los que se creen mejores y justos, sino, para los que se sienten necesitados de salvación, y reconocen sus miserias, por ejemplo, la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18; 9-17).
Pero desgraciadamente, con el tiempo, se fue perdiendo el sentido de Dios Amor gratuito y la sencillez y humildad, el perdón y el respeto a toda persona, mirándolas en menos, por su estado o forma de vida y pensamiento. Es decir, poco a poco, desde hace 2000 años, se han ido relajando los comportamientos de muchos cristianos, católicos, alejándonos de la voluntad de Dios, y centrándonos en nosotros mismos.
Jesús, nos invita hoy, nuevamente a leer la Palabra, con otros ojos, con sus ojos.
Cuando Jesús multiplica los panes y peces, le dice a la muchedumbre, después del milagro: “Ustedes vienen a mí porque les di de comer”. Y en la última cena, bendice el pan y el vino y les dice: “Coman de este pan, que es mi cuerpo” y “beban de este vino, que es mi sangre”.
¡Nos hemos acostumbrado a pedir y pedir, todo material! El vino a decirnos, que el Espíritu es más que la materia. Pero hemos transformado la Oración en un pliego de peticiones materiales. De esa manera, sin darnos cuenta, nos hemos alejado de lo que Jesús no vino a mostrar, para vivir en PAZ con los demás y consigo mismo.
Él nos dice, que Él es el pan de Vida, el que come de este pan, vivirá en mí y yo en Él.
Solo basta creer en Jesús, y comer con fe de su Cuerpo, alimentándose de la Palabra o Verbo de Dios. ¿Para qué? Para ir con Él, descubriendo el Amor y Compasión que nos tiene.
El que no descubre su debilidad, o la esconde, no reconoce el pecado, y se llena de capas que cubren su realidad frente a Dios. Pero el Señor, sabe cuál es mi debilidad, y está en mi puerta, llamando, para que le abramos. El viene, porque sabe que lo necesito, aunque no quiera admitirlo, por vanidad, por no sentirme débil, pecador o por no ser rechazado y por miedo.
Lo más difícil, es aceptar ser vulnerable, las debilidades cuestan aceptarlas, y lo primero que hacemos, es huir de ellas, o taparlas para no verlas o dejarlas ver.
Las debilidades deben ser integradas en el corazón; todos tenemos debilidades, y gracias a Dios, las tenemos, Él las permite, porque me hacen empatizar con la vida. Todo ser humano, tiene su lado flaco. Y si lo aceptamos, también aceptamos al prójimo, porque lo comprenderemos.
Un ejemplo de esto, podría ser el “mal carácter”, que por lo general, viene de un temperamento apasionado, y eso nos juega malas pasadas, pero, es bueno, por otra parte, porque denota a una persona sensible, que todo le afecta, y eso puede darle la oportunidad de empatizar con el prójimo, al tratar esa susceptibilidad, como un camino de crecimiento y comprensión. Eso es tomar mis cosas viejas, sacar lo mejor de mi sensibilidad y mezclarlas con la Buena Nueva del Perdón y Misericordia.
San Pablo dice: “No hago el bien que quisiera, sino el mal que no quiero”.
Es decir, el mal y el pecado, pasa a ser camino de Misericordia y empatía de unos con otros y así nos cambia la vida.
El momento crítico, que se vive actualmente, es por no haber integrado los pecados, por no querer ver la realidad, de que tenemos que convivir con la debilidad y la fortaleza, los límites y los pecados, pues las miserias humanas, deben ser asumidas; porque, de lo contrario dañan a otros, y terminamos dañándonos a nosotros mismos.
La parábola de la cizaña y el trigo es un ejemplo clarísimo; hay que dejar que crezcan juntos. Cada uno tiene trigo y cizaña dentro y hay que asumirlo.
En la lectura del Evangelio que hoy tratamos, vemos que bueno es el giro que Jesús le da al juicio de Dios, al final, pues Él, inmediatamente transforma ese juicio terrorífico en algo bueno. ¡Renueva todo Jesús! Él nos viene a mostrar la Misericordia de Dios.
¡Eso es lo que nos ha faltado en este último tiempo¡ No hemos sabido reconocer el camino que nos indicó, e indica Jesús, y tomamos un camino equivocado, que nos llevó mundialmente a situaciones muy lamentables y dolorosas, que han dividido a los miembros de la Iglesia, catalogando a las personas como “malas” o “buenas”, y como los fariseos, aceptamos o descartamos.
Es terrible a lo que hemos llegado, a investigar y escarbar el pasado de personas que eran “intachables”, para descubrir sus debilidades y miserias y publicarlas a viva voz.
¡Eso no es lo que quiere el Señor! ¡Él que no tenga pecado, que lance la primera piedra!
Tenemos que vivir con Esperanza en el Señor y su gracia, este momento de crisis, es donde tenemos que ver lo bueno de lo pasado y juntarlo con lo bueno que nos ofrece el Señor, por ejemplo, un árbol de navidad recargado de adornos no deja ver lo esencial, hay que renovar con base de lo anterior, y despojarse de los accesorios que entorpecen. ¡Señor, haz de mi vida un vaso nuevo!
Oración:
Orar es ejercer el Amor
Amar es ejercer el Servicio
Servir es ejercer la Vida
Vivir es ejercer el Amar y Servir
Vivir es ejercer a Cristo
“Es ser un Nuevo Cristo”
Segunda Parte
“Gratuidad”
Si leemos con calma los Evangelios, para saber más de Jesús, y nos abra a través de su Espíritu Santo los ojos del alma, descubriremos cada vez más, quién es Él, y la Voluntad y el Amor gratuito y Misericordioso del Padre. Pues, el Evangelio, es la Palabra de Dios Viva, que no pasa, que es actual para cada época y persona y nos dice lo que el Señor quiere decirnos, respetando nuestra etapa de crecimiento.
Por eso, la Iglesia, intérprete de la Palabra por Gracia Divina, nos enseña, que El Señor, Dios, es Padre de todos nosotros, y que es Amor Gratuito. Él, nos regala su Amor y la Fe, a cambio de nada. No nos pide cosas, sino que nos da SU VERDAD, que es tan grande, que cuando nos toca, nos conmueve de tal manera, que dan ganas de ser su discípulo y proclamarlo a viva voz. Él, no llama a los preparados, sino que gratuitamente prepara a los llamados.
Pero, Jesús, no llamó a todos los que recibieron de Él su palabra o que fueron sanados milagrosamente. Él, entregaba amor y comprensión, sanando a los enfermos, echando fuera a los demonios de los que estaban poseídos, prediciendo la Buena Noticia del Reino, sin esperar retribución, sin hacer proselitismo, sin forzar a nadie para que lo siguiera. Él, respetaba a los demás, y veía en cada uno sus capacidades, sus responsabilidades, y en ellas “La Misión” que les correspondería.
Un ejemplo de esto es el Jueves Santo, en la Última Cena, sabiendo Jesús, que Judas lo iba a traicionar, al hacer ese gesto de amor gratuito, de lavarle los pies a sus Apóstoles, no tuvo ningún problema en lavarle los pies a este Apóstol, que Él sabía que estaba a punto de entregarlo para que lo enjuiciaran y condenaran. Sabiendo, que esa era la Voluntad de su Padre, y confiado que todo estaba en sus manos, lo trató con misericordia, lo perdonó con su gesto, antes de que Judas cometiera su traición tan cobardemente. Antes de que él se hubiera arrepentido de lo que hizo, gratuitamente lo perdonó con este gesto. ¿Qué habríamos hecho nosotros en el caso de Jesús?
¡Seguramente, habríamos hecho un escándalo ante los demás Apóstoles, para que lo rechazaran o lo encerraran, e impedir así que lo traicionara! O lo habría castigado de alguna manera, ¡Pero no! ¡Jesús era Amor a cambio de nada! ¡Ni de su vida!
Jesús, no usó su poder, sino tuvo gratuidad con Judas, no usó su fuerza ante los demás, sino, que se inclina frente a él y le lava los pies.
En la crucifixión, antes de morir, perdonó al ladrón arrepentido que le pidió que lo llevara a su Reino.
Y después, con fuerza dijo a los que lo estaban crucificando: ¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!
Lo más difícil para nosotros es perdonar, pues siempre quedan heridas que molestan, y nos hacen recordar malamente a los que nos han dañado.
Jesús vino a mostrarnos y darnos la gratuidad del Perdón, la gratuidad de la Sanación, la gratuidad de la Salvación, no nos pide nada a cambio más que una cosa, AMAR, y nos da gratuitamente su Gracia para lograr Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, solo a través de su PALABRA, y de recibir, en el corazón, al Espíritu Santo, que el Padre nos envía gratuitamente, a quien lo pida, a través del Hijo, Jesucristo.
En las lecturas del Evangelio, podemos ver que Jesús, hace milagros gratuitamente, sin obligarles a las personas a que sean sus discípulos. Y más aún, a aquellos que sanaba y querían seguirlo, les decía: “Vete en Paz, tu fe te ha salvado”.
Un ejemplo de esto, es el endemoniado de Gerasa (Marcos 5; 1-20) que le pidió a Jesús, después que le había echado fuera la multitud de demonios, y se sentía aliviado y en Paz, que lo dejara irse con Él. Pero, Jesús no se lo permitió sino que le dijo: “Vete a tu casa, con los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y como ha tenido compasión de ti”.
En el texto de Marcos 5; 24-34, podemos leer el pasaje de la mujer que tenía derrame de sangre, y por lo tanto no debía, según la ley, estar cerca de otras personas, porque se la consideraba impura y sin embargo, desafiando el castigo que daba la Ley, se acercó a la muchedumbre que acompañaba a Jesús, para que sin que nadie se diera cuenta, poder tocar el manto de Jesús, para así sanar de esa horrible enfermedad, que la tenía aislada y castigada.
¿Quién me tocó el manto? Dijo Jesús. Los discípulos se rieron diciéndole, todos te tocan el manto, ya que estamos tan apretados. Esto quedó escrito, para que entendamos a Jesús, Él sabía quién había sido, porque sintió en su corazón la fe de esa mujer sin haberla visto.
Podemos comprender el miedo al rechazo que sintió esa mujer al sentirse descubierta, y postrándose ante Él, le contó toda la verdad.
“Hija, tu fe te ha salvado, Vete en Paz y queda sanada de su enfermedad”.
No le pide nada a cambio ni la reta por acercarse a ellos con esa enfermedad, sino la sana, y le dice que vaya en Paz.
Jesús, no margina a nadie, rompe con la dinámica propia de los seres humanos de actuar solo en los espacios conocidos y seguros. No le teme al qué dirán, porque tiene la seguridad de hacer la voluntad de su Padre y actúa con el corazón, con Amor gratuito.
Jesús, quiere incorporar, al misterio de la Cruz, a toda la Humanidad, quiere que el Amor de Dios llegue a todos sin excepción. Él, no cierra su corazón, y más aún, deja partir a las personas que ha sanado, en libertad, y cuando pide que lo sigan, respeta las decisiones; Él no quiere poseer a los demás, sin embargo abre su corazón a todos con una inmensa gratuidad.
Tercera Parte
“La Vulnerabilidad”
Todos los seres humanos, somos vulnerables, ya que estamos expuestos a tantas cosas, que no nos gustan, o nos producen rechazo, o nos da miedo enfrentar. Y el carácter también de las personas, o las enfermedades, las hacen más o menos vulnerables, según sea el caso.
Dios, nuestro Señor, sabe muy bien lo pequeños y vulnerables que somos. Por eso, y por su gran Amor gratuito y Misericordioso, comenzó a relacionarse con el hombre desde el principio. Allí surgieron las grandes religiones, (que significa relacionarse con Dios).
En el caso del Judaísmo, que es la base de nuestra Religión Católica y las demás Cristianas. Dios se muestra como el “Protector” que hace “alianzas” a través del llamado personal a ciertos “elegidos” que fueron los Profetas del Antiguo Testamento. Estos profetas guiaban al pueblo israelita por un camino seguro: Dios (Yahvé) les prometía protección en ese medio donde vivían, y que los hacía vulnerables frente a los enemigos, a cambio de Fidelidad a la Ley, a su Palabra.
El hombre desde el Génesis es vulnerable, y está escrito, que una mujer aplastará la cabeza de la serpiente, es la prefigura del sí de María, que sería la Madre del Salvador.
Ese Salvador, o Mesías prometido, era esperado, con ansias, en la época que nació Jesús.
Pero, como estaban bajo el dominio del Imperio Romano, los israelitas esperaban un Mesías guerrero y poderoso, capaz de enfrentarse a Roma y liberar a Israel.
La Virgen María, que también pensaba como los de su época, no podía creer, que ella, pobre y humilde mujer de Nazaret, fuera elegida por Dios para ser Madre del Salvador.
Ella era muy religiosa y conocía las escrituras, y al leer al profeta Isaías, en el capítulo 53; 1-12, no sabía cómo interpretar esa profecía. Entonces, ella, educaba a su Hijo sabiendo quien era, pero guardaba todo eso que no entendía en su corazón.
Jesús, al hacerse hombre, en María, fue captando, poco a poco, que Yahvé era su Padre, por la forma en que María, le iba enseñando las lecturas y profecías. Recordemos el pasaje del niño Jesús perdido en el Templo, y que al encontrarlo les dijo a María y José; ¿Por qué me buscan? ¿No saben que tengo que estar donde mi Padre? (Lucas 2; 41-52)
¡Que gran misterio de Amor es este! ¡Jesús Hijo de Dios! ¡Verbo hecho carne! ¡La Palabra Eterna de Dios, que existía desde siempre! Se hace por Voluntad Paterna de Amor, un niño, un pequeño ser humano, desde el vientre de María, desde la Anunciación.
Dios se hace hombre, dependiente de los demás desde pequeño, y vulnerable, como todo ser humano, sobre todo, después de su bautismo, con Juan, donde, mientras estaba orando junto al Bautista, el Espíritu Santo bajó sobre Él, como paloma, y del cielo se escuchó una voz que decía: “TU ERES MI HIJO, EL AMADO, TU ERES MI ELEGIDO” (Lucas 3; 21-22)
Jesús debe haberse impresionando con esta Teofanía, ya que no sólo Él reconocía a Dios como su Padre, sino, que Dios mismo le dijo, que en realidad, Él era su Hijo, el único, el amado, el elegido.
Ahí, el comprendió quién realmente era, vio a Juan Bautista como el Profeta que venía a preparar el camino al Señor, al Mesías.
Y muchas personas, incluso, se preguntaban si no sería Juan, el Cristo prometido. Por lo que Juan hizo esta declaración.
“Yo los bautizo con agua, pero ya viene el que es más poderoso que yo, al que yo no soy digno de soltarle los cordones de sus sandalias, Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego” (Lucas 3; 15-17)
Todo esto sabía Jesús, pero lo que no tenía claro, y lo supo después de su Bautismo, era que “!Yo Soy!” ¡El Mismo!
¡Saber que Él, era el Cristo! ¡el anunciado, el que creían que iba a ser un poderoso guerrero! Tiene que haberle impresionado de una tremenda manera.
Desde su concepción, Jesús gozaba de una plenitud del Espíritu Santo, que lo mantenía en una relación, única, con su Padre, pero ahora, recibe otra comunicación del Espíritu, para ser Él, el Profeta y Servidor de su Padre.
Tiene que haberse sentido tan vulnerable en ese momento, sin saber como empezar, y el Espíritu Santo, lo llevó al desierto, para estar, a solas, con su Padre y aclarar sus ideas, y recibir su fortaleza.
Allí, en los momentos de vulnerabilidad, donde está confuso; y pasa hambre y frio es tentado por el demonio.
Y el Evangelio de Mateo (4; 1-11) es como más fuerte aún, pues dice:
“Luego, Él Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el Diablo y después de estar sin comer cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre”
Y en esa vulnerabilidad, que se encontraba Jesús, se le acercó el diablo, para tentarlo. ¿En qué sentido se sentía vulnerable?
En la forma en cómo debía salvar al mundo.
El demonio, le hizo ver, en forma clarísima, que salvar al mundo con los medios que Dios nos propone, era aparentemente una obra insensata, imposible humanamente de realizar.
Pero, las tres tentaciones, que le ofreció el diablo, Jesús las rechazó enérgicamente, contestándole con las palabras de la Escritura:
Jesús, entonces rompe con las tres tentaciones clásicas que vulneran al hombre.
Jesús, desde el inicio de su vida pública, no obligó a nadie a seguirlo, le dio a todos la libertad de acción, ni condenó a nadie, por no comportarse como la Ley manda.
Solo entregó amor, sanación, amistad, su propia vida, su resurrección, vida eterna, filiación a cada uno, al hacerse hermano nuestro, y en la Cruz, entregó su Perdón a todos los que no sabemos lo que hacemos, Perdón, no condenación, y aún más, nos entregó a su Madre.
Se despojó de todo, y cuando le preguntaban donde vivía, les contestaba, que no tenía ningún lugar donde reposar su cabeza.
Incluso, sabiendo que sus discípulos iban a dejarlo solo, no los retuvo junto a sí, sino, que los dejó en libertad de acción.
“Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres veces”. Pero así y todo lo amó, y confió en Pedro.
Jesús, no les dice que quiere que sean como Él, ni los amó con amor posesivo, ni condicionado, Él deja partir al otro, incluso, deja que se equivoque, para que crezca.
¿Y nosotros, como personas, cómo somos?
Muchos padres de familia, no quieren que sus hijos se equivoquen, y de esa forma, no dejamos que se desarrollen, y atajamos las experiencias de crecimiento, a través de los errores, que es normal para ellos.
Incluso, los apagamos por ser posesivos con ellos, y no les damos libertad de acción, por no tener confianza en sus logros o por un amor mal entendido y temeroso, “super protector” o los llenamos de cosas y regalos para que se sientan amados.
En la primera tentación, el demonio al verlo con hambre, le dice: “Convierte estas piedras en pan” si es que eres Hijo de Dios.
Es como que probara su “poder”, pero, Jesús no cayó en esa trampa.
Toda la vida pública del Señor, fue vulnerable a las tentaciones, pero no cayó en pecado de soberbia, ni de sentirse poderoso.
Él podría haberse aprovechado de su poder de hacer Milagros para atraer a las personas y a su pueblo en forma más fácil.
Cuando hizo el Milagro de la multiplicación de los cinco panes y dos peces, lo hizo por compasión por esa multitud que lo seguía, y estaban hambrientos.
Pero, cuando escuchó que querían proclamarlo Rey, huyó a la montaña. Ese no era el camino que le señalaba su Padre.
Por eso, al día siguiente, como la muchedumbre lo buscó hasta encontrarlo, Jesús les dijo:
“En realidad ustedes me buscan porque comieron hasta saciarse, no por los signos que ven” (Juan 6; 22-36) y (48-59)
Y, después de esto, les habló, que Él, es el pan de vida, bajado del Cielo. Y esta verdad de comer su cuerpo y beber su sangre, los ahuyentó; de tal manera que le preguntó a sus discípulos “¿Ustedes, también me van a dejar?” y Pedro contestó: “Señor, ¿a quién iríamos?, solo Tú tienes palabras de vida eterna”.
Jesús, por lo tanto no se aprovechó de su poder para dominar al resto, y hacer proselitismo.
La vulnerabilidad de Jesús, la asumió desde que nació, pero Él, la notó más, después de su bautismo, cuando se dio cuenta, que Él era el elegido, el Cristo.
La vulnerabilidad, es la debilidad humana que todos debemos reconocer, es la que nos hace caer en las tentaciones, y esa vulnerabilidad, la tuvo Jesús, hasta el día de su muerte, al sentirse abandonado, adolorido y atormentado, exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Jesús, por su propia voluntad, rechazando todo poder de dominar las situaciones y salir airoso de los problemas, se entregó, libremente, a su muerte en Cruz, para asumir la Humanidad, en toda su debilidad y frente a las tentaciones y no cayó en el pecado de aprovecharse del dominio, que Él podía ejercer. Y lo hizo por Amor, para ofrecerse, como una débil creatura, y así pagar nuestras culpas y caídas, se hizo vulnerable, hasta la muerte, por nosotros. Sintió el abandono hasta de Dios, pero, antes de morir, exclamó gritando muy fuerte.
“Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu” y al decir esto, expiró (Lucas 23; 44-47) (Mateo 27; 45-50) (Leer los dos textos)
Jesús venció la tentación del demonio que le proponía ser el dominador del mundo cuando le dice que si es Hijo de Dios, se tire desde el pináculo del Templo de Jerusalén, hacia abajo, para llamar la atención de la gente, ya que Dios lo protegerá con sus Ángeles. Jesús le contesta con otra parte de la Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios”.
Jesús, nos enseña, con su vulnerabilidad, a recurrir a las Escrituras, frente a las tentaciones del demonio.
Los seres humanos, quisiéramos dominarlo todo, mandar a los demás; tenemos un instinto animal de dominar el espacio y el tiempo. Recordemos que los animales, marcan su territorio, para que nadie lo invada.
Jesús, se inclina frente al traidor, y le lava los pies. Nosotros, no nos inclinamos frente a nadie, somos muy orgullosos, nos cuesta reconocer a las personas que son más capaces y tratamos de imponernos, pero, no inclinarnos.
Jesús, no tenía tiempo ni espacio para descansar. Él, que era el Hijo de Dios, el dueño de la Viña, no reclamó dominio alguno.
Cuando Pedro le dijo, enojado, que de ninguna manera permitiría que fuera entregado a las autoridades, y ser condenado a muerte, Jesús responde: “!Detrás de mí Satanás!, tu no piensas como Dios, sino como los hombres” Era el demonio, que volvía a tentarlo, para alejarlo de la Cruz, es decir, de su Misión encomendada por su Padre Amado (Marcos 8; 27-36)
Marginarse es apartarse, en esta tercera tentación del demonio a Jesús, le dice, al mostrarle todas las naciones y sus riquezas.
“Te daré todo esto si te hincas delante de mí y me adoras”
Jesús le dice: Aléjate de mí Satanás, porque dice la Escritura: “Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él servirás”
Jesús, asumió su Misión, aunque estuviera expuesto a renunciar a ella, o marginarse, a hacer caso omiso de la voluntad del Padre, es decir, caer en la tentación de no servir a su Padre, que es, lo que el demonio trataba de hacerle, y así evitar la Cruz. Jesús no cayó, por el contrario, tenía muy claro que Él quería hacer la Voluntad de su Padre. Y a nosotros nos enseñó a no marginarnos, a no alejarnos de Dios cuando nos dijo: “O están conmigo o contra mí y a los tibios los vomitaré de mi boca”.
La clave de la Gratuidad está en la vulnerabilidad asumida. Cristo Jesús, asumió su Misión, en medio de su vulnerabilidad.
Él, se entregó por completo a la voluntad de su Padre, jamás se sintió aparte de Él, y en los momentos de debilidad acudía a las Escrituras.
Jesús, salió de sí mismo, para ir al encuentro de los demás, para entregarse por nosotros. Marginar es lo contrario de encuentro.
La vulnerabilidad produce enojo en nosotros, porque me pesa, me siento débil, y estamos en medio de una cultura de lo Perfecto, de la perfección. Y aceptar al otro, que no es como yo, es difícil, incluso, produce rechazo y lo marginamos.
¿Qué me ayuda en esta ocasión de rechazo frente al que no acepto? Porque puedo huir de esa persona o imponer mi criterio.
Solo me ayuda “el encuentro” el respeto y la aceptación entre dos o más originalidades. Cada persona es diferente, y hay que salir del ego, y tratar de mirarle como lo haría Jesús, que se entregó a todos y por todos.
Preguntas
Oración
Señor Jesús, te alabamos, bendecimos y te adoramos, por todo lo que haces y has hecho, por todos los hombres, de todos los tiempos.
Tu gratuidad ha sido tan grande, te diste por completo, hasta el final.
Te hiciste vulnerable, por nosotros, y no nos pides nada a cambio. Solo nos dices que te escuchemos y te sigamos.
Gracias por estar junto a nosotros. Gracias por darnos a conocer el Amor al Padre.
Gracias, porque en la Cruz, cuando ya no te quedaba ni aliento para respirar, nos regalaste tus palabras de amor y perdón y Vida Eterna.
Tu gratuidad, fue hasta el extremo de entregarte, por completo, a nosotros y regalarnos tu cuerpo, tu sangre, tu Salvación, y dejarnos a tu Madre como nuestra Madre.
¡Gracias Señor!